Intentemos una respuesta. Hay un obstáculo ‘cultural’ y es la noción de ‘intangibilidad’ de la voluntad de Dios, y si Jesús es Dios, mal podremos tratar de ‘adivinar’ cuál es su intención. Por ‘cultural’ quiero expresar el ‘acostumbramiento’ que por siglos ha tenido la humanidad al tratar de entender las Escrituras, cuyo lenguaje metafórico y simbólico ha sido visto más cerca del mito que de la realidad.
Pero, paradójicamente, quienes se han valido de este ‘obstáculo cultural’ para reafirmar el dogma, han afirmado que el ser humano fue hecho a ‘imagen y semejanza’ del Creador. Se otorga pues, un principio de entendimiento.
Así que, es posible atreverse a incursionar en este interesante tema.
El celibato en tiempos de Jesús hay que entenderlo como un hecho extraordinario en una sociedad muy conservadora, apegada a sus tradiciones donde la prole, más allá de ser los hijos, son los encargados de continuar un mensaje, los testimonios del pueblo, los herederos.
Por tanto, como su celibato fue una decisión ‘extraña’, culturalmente no aceptable, debió tener una motivación muy poderosa, más allá de las razones pragmáticas, ajustadas estas a las rudas obligaciones de trabajo que implica una ‘campaña pública’ que lo llevaría a muchos rincones de su geografía. Si este hubiese sido su ‘motivo’, mal haría en señalar como discípulos suyos a personas con obligaciones familiares. No hay que olvidar que la historia menciona que no fueron ellos quienes se ofrecieron sino que estos fueron escogidos por Jesús mismo. Quiere decir que no se trató de individuos que querían ‘irse de aventuras’ soslayando a sus familias.
¿Problemas de Jesús con la mujer? Hay que tener en cuenta que el hecho de contraer nupcias en tal sociedad, no era cuestión de gustos o tendencias personales. Había que hacerlo. Y si alguien descubría apatía, sería después del rito, rito que se hacía en edades juveniles. De haber tenido Jesús alguna razón de esta índole que le alejara de las mujeres, con toda seguridad no se habría ‘salvado’ del matrimonio. Debió ser una razón más poderosa que cualquier indisposición personal, razón que le acompañó desde épocas muy precoces de su vida.
Si no era indisposición por la mujer, entonces estaremos abocados a otro hecho que no debe pasar desapercibido: Lo que Jesús quería no era no casarse, sino ‘no tener prole’ (que era el mandato cultural). Pero, ¡¿guarda esto alguna ‘lógica’?!
Como Jesús pudo haberse sentido promotor de un cambio radical y querer plasmar un legado en las costumbres de su pueblo, estamos por tanto frente a un hecho mucho más interesante: El ‘problema’ de Jesús no era ninguna indisposición frente a las mujeres, ni siquiera frente al matrimonio, sino frente a sus ‘hijos’, sus testimonios, sus herederos.
Como Jesús pudo haberse sentido promotor de un cambio radical y querer plasmar un legado en las costumbres de su pueblo, estamos por tanto frente a un hecho mucho más interesante: El ‘problema’ de Jesús no era ninguna indisposición frente a las mujeres, ni siquiera frente al matrimonio, sino frente a sus ‘hijos’, sus testimonios, sus herederos.
Pero si este era el ‘problema’ de Jesús, no le impediría el matrimonio. Pero no parece ser esta la forma de razonar desde la cultura de Jesús, donde casarse era más que para tener mujer, lo era para 'tener hijos'. Si así fuere, Jesús fue sensato en no dejar ‘plantada’ a ninguna mujer, casándose con ella, sin darle prole.
Lo primero que surge ante tal planteamiento, es que quien así piense es porque cree o sabe de ‘algo’ que no desea transmitir a sus hijos. Este temor, muy común, es motivo de gran preocupación de incontables padres frente a múltiples patologías hereditarias, reales o imaginarias.
Entonces el tema nos lleva a una encrucijada: el celibato tradicionalmente se ha entendido como el hecho de no contraer nupcias, y más popularmente como no sostener relaciones de pareja, y la Iglesia ha tomado esta conducta como un medio ‘expiativo’, no muy lejos de un ‘castigo’ autoinflingido, sólo superado por el ‘amor’ a Jesús.
Pero, a juzgar por lo dicho, si Jesús no pensó nunca en ‘castigarse’ a sí mismo, sino, por el contrario, en no ‘castigar’ a su prole transmitiéndole ‘algo’ que no deseaba que ocurriese, entonces hay un grave error de perspectiva en la comprensión histórica de este tema.
Así las cosas, para resumir, Jesús lo que perseguiría no era negarse la relación de pareja sino más allá, no ser ‘padre de familia’ en las condiciones que Él pensaba que eran incorrectas.
Ahora la pregunta que nos podría acercar al dilema, ‘sí o no’ al celibato sacerdotal (y lo más importante, por qué), proviene de indagar cual era ese ‘algo’ que Jesús se negó a transmitir a su prole.
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