La creación de Adán. Miguel Ángel Buonarroti
Nota preliminar: los principios básicos que se discuten, se presumen suficientemente conocidos por el lector.
ADVERTENCIA: Este tema es altamente sensible porque afecta directamente la forma de vida de los sacerdotes católicos. La opinión que aquí se lanza, en lenguaje directo pero respetuoso, ha de tomarse a título informativo para que el lector, acorde con sus convicciones, la sabrá valorar en su justa dimensión.
________________________________________
________________________________________
El celibato (tema muy antiguo) fue introducido en la historia por Jesús, no como concepto filosófico sino como comportamiento, cuyo dilema es muy simple: casarse o no casarse. No lo llamaría un dilema moral porque ambas condiciones son legítimas. Y aun más si Jesús, su paradigma, jamás lo propuso como ritual, ni como medio expiativo, ni como forma para acercarse a Dios ni nada más allá que una decisión personalísima de Él mismo.
Todos sus discípulos, menos uno, eran hombres casados. Si Jesús hubiese pensado en el celibato para sus sacerdotes, no habría sido Pedro sino Juan el primer Papa, o más aun, todos sus discípulos hubiesen sido hombres maduros solteros, verdaderos célibes, no como Juan, quien era más púber que célibe.
Es incoherente pensar que Jesús tuviese alguna ‘prevención’ personal por el matrimonio cuando Él mismo lo instituyó, asistiendo a una boda en la cual ‘inauguró’ sus milagros, con uno muy apropiado al momento: convertir agua en vino. Nada más explícito. Es un momento alegre y hay que celebrarlo.
Y aun más incoherente es pensar que Jesús pidiese a sus discípulos que ‘abandonen’ a sus familias para seguirlo a Él. En este caso, el divorcio sería el ritual, y no el celibato.
Francamente es curioso que la Iglesia hubiese decidido mediante una ley (siglos atrás), ‘obligar’ a sus sacerdotes que opten por el celibato, cuando en ningún momento se vislumbra que este hubiese sido un deseo de Jesús. Él lo fue, ciertamente, pero no se descubre en su mensaje que tal condición deba ser inherente para sus sacerdotes. Si de lo que se trata es ‘imitar’ a Jesús, ¿por qué entonces sus sacerdotes no andan todos en sandalias, hablan arameo, etc, etc,?.
Y también es curioso decretar que tal ‘obligación’ sea por ‘amor ’. No parece sensato ‘clasificar’ el amor, y que el de los sacerdotes sea ‘mejor’ que el de muchísimas personas que se dedican toda la vida con el mayor esmero y calladamente a sus quehaceres. Y peor aún es pensar que desde el ‘celibato’ se ame más a la humanidad. En tal caso, gran incoherencia sería la de Jesús en señalar como discípulos suyos a hombres casados. Y aún más incomprensible es pretender ‘casarse’ con Jesús (en el rito de adopción del celibato, las religiosas se 'casan' con Jesús), si lo que Él quería, precisamente, era ‘no casarse’. Y, en fin, si el ‘amor’ es igual en todos los ámbitos, entonces ¿cuál es el lugar del celibato?
¿Misoginia? No pocos hablan de María de Magdala, la magdalena, como un personaje central en la 'campaña pública’ de Jesús, personaje del cual se habla más del acercamiento personal con Jesús, que de su rechazo. Y la historia no niega que fueron mujeres las que intervinieron en los momentos cruciales de su muerte y resurrección. Puede afirmarse que los momentos más característicos y definitivos de la vida de Jesús, el paso entre el ‘antes’ y el ‘después’, un lugar históricamente privilegiado, el de su propia resurrección, fue acompañado por mujeres. Es difícil argumentar una actitud ‘antifemenina’ en el tema del celibato de Jesús.
Hay algo que no ‘cuadra’ en esta temática histórica. ¿Misterio? Desde luego que hay misterios. Pero estos se asumen como tales en reverencia, sin necesidad de abandonar las condiciones sociales y culturales de quien profesa tal admiración. Es posible ‘admirar’ el celibato de Jesús, si en él vemos un misterio, sin ser célibes.
Aterricemos el tema: 1. Jesús fue célibe, pero no hay indicios históricos que permitan deducir que esta fuese una condición para sus sacerdotes. 2. Tampoco hay elementos históricos que revelen la intención explícita de su celibato.
¿Qué hay, entonces, en el celibato, que lo convierta en uno de los temas más ampliamente debatidos de la historia? Quizás, la fascinación que produce lo desconocido, lo oculto. Y de aquí, precisamente, el reto que se propone este ensayo.
Teniendo como premisa que Jesús no expresó el motivo de su celibato, es posible intentar un acercamiento a una posible motivación.
Empecemos con la pregunta del millón: ¿por qué Jesús no contrajo nupcias?
¿Cierta actitud misógina, en el sentido que si las mujeres no hicieron parte del grupo de discípulos de Jesús, de allí su celibato? ¿Que el acto sexual es, de suyo, pecaminoso, y no está bien que los sacerdotes, al igual que Jesús, incurran en tal pecado? Estas hipótesis se derrumban ante el hecho que sus discípulos eran hombres de familia.
Empecemos con la pregunta del millón: ¿por qué Jesús no contrajo nupcias?
¿Cierta actitud misógina, en el sentido que si las mujeres no hicieron parte del grupo de discípulos de Jesús, de allí su celibato? ¿Que el acto sexual es, de suyo, pecaminoso, y no está bien que los sacerdotes, al igual que Jesús, incurran en tal pecado? Estas hipótesis se derrumban ante el hecho que sus discípulos eran hombres de familia.
La motivación hay que buscarla en la realidad y no en el terreno de los dogmas, tierra movediza que ha sido causa funesta de sangrientas guerras y prolongadas cacerías de brujas y torturas indecibles. Uno de los grandes problemas metodológicos del dogma, es la idea que la realidad se modifica según sea mi creencia, o que la realidad ‘es’ según mi creencia: si creo en Dios, Dios existe. Si no creo en Dios, Dios no existe. Y trenzarse en la discusión entre el sí o el no, lo único que produce, parodiando a Pascal, es preocupar a Dios, si existe, o a nadie, si no existe (El teorema de Pascal dice que es mejor creer en Dios, que no creer, porque si existe, me salvo, y si no existe, no me pasa nada. Y gano más, salvándome).
Hay una primera cuestión a resolver: ¿Si Jesús no exigió el celibato a sus sacerdotes, por qué la Iglesia, sí (años atrás), y obligatoriamente?
En sana lógica, debe ser a título optativo. Miremos los hechos: Jesús fue célibe, pero delegó su Iglesia en manos de Pedro, no célibe. ¿Por qué ‘creer’ en una parte de la ecuación y no en la otra?
Quizás esta discusión sea interminable. Pero la pregunta en cuya respuesta puede estar la solución al enigma es indagar el por qué Jesús optó por el celibato.
En sana lógica, debe ser a título optativo. Miremos los hechos: Jesús fue célibe, pero delegó su Iglesia en manos de Pedro, no célibe. ¿Por qué ‘creer’ en una parte de la ecuación y no en la otra?
Quizás esta discusión sea interminable. Pero la pregunta en cuya respuesta puede estar la solución al enigma es indagar el por qué Jesús optó por el celibato.
Mi convicción es que sí, y este es el propósito del ensayo.